La auténtica riqueza de un ser humano es el bien que hace al mundo.

Mahoma

Si la riqueza parece consistir en tener “muchas cosas” como estado de abundancia que parece prometer la felicidad, habrá que preguntarse qué es lo que hace realmente feliz al ser humano. Y al querer responder a ello, uno mismo topa con toda una jerarquía de necesidades en las que, tal vez, la cantidad de cosas no es tan relevante como la calidad y cualidad de las mismas.

 

En el escalón más básico, la riqueza sirve para cubrir la necesidad de alimento que, como a todo “bebé existencial”, es lo que configura su mundo. Una vez resuelto esto, se asciende al escalón de las emociones desde el que se considera rico a un ser que ignora el aislamiento y la carencia afectiva. En un escalón todavía superior, la riqueza tendrá que ver con el nivel mental de autoestima y la consiguiente auto-confianza que posibilita un eficaz logro de objetivos y metas.

 

Conforme la Humanidad resuelve las necesidades pertenecientes a los escalones básicos de alimento, afecto, sentimiento de pertenencia y autoestima, nacen otras más elevadas o meta-necesidades que conforman el sentido de la vida y la optimización de las capacidades más insospechadas del alma humana. Si las necesidades de nivel inferior no están resueltas, las de nivel superior ni tan siquiera asoman en la consciencia. Es por ello que resulta estéril, por ejemplo, intentar involucrar a un mendigo en el problema ecológico del Amazonas. Ni lo siente ni le importa.

 

La necesidad de autorrealización se define como un impulso hacia el desarrollo de todas aquellas potencialidades de que disponemos como seres humanos. La capacidad de materializar nuestro propósito central, de descubrir nuestra misión en la vida y cumplirla, y de convertir en realidad nuestras utopías más íntimas, suponen un objetivo que señala la riqueza esencial con mayúsculas. Una riqueza basada en la capacidad de sosegar la mente y expandir la consciencia.

 

Si se da un paso más en la jerarquía de necesidades, sucede que muchas personas, sin pretenderlo, acceden a la llamada experiencia cumbre. Se trata de una vivencia en la que el sujeto trasciende el espacio y el tiempo del ego racional y, durante un episodio de mayor o menor duración, se instala en un estado de infinitud y totalidad del que se derivan consecuencias extraordinarias. Haber “viajado” de manera imprevista al plano en el que la contradicción dualista se trasciende, conlleva la eliminación del miedo a la muerte y, a menudo, el desarrollo de facultades psíquicas insospechadas. Una vez que se ha experimentado tal nivel de conciencia, el sujeto vive en la certeza de que eso es y existe, aunque no se controle la posibilidad de repetir a voluntad tal experiencia.

 

El espíritu de servicio y el desarrollo espiritual provienen asimismo de motivaciones que brotan del ático de la mente humana. Se trata de niveles que han sido cartografiados por seres considerables como vanguardia de la supraconciencia. Seres que han legado un testimonio de amor y lucidez en el que la propia riqueza es sinónimo de la capacidad tanto de crecer como de ofrecer. Cuando la vida está orientada hacia el desarrollo interior, capacita a hacer remitir tanto el sufrimiento propio como el ajeno, convirtiendo a los individuos conscientes en anónimos maestros y terapeutas. Se trata de hombres y mujeres de aspecto común cuya riqueza está basada en la capacidad de auto-facilitarse la apertura de la propia crisálida y la de acompañar a sus próximos en tal delicado proceso de “ginecología del alma”. Un mundo en el que la riqueza consiste de experimentar el supremo gozo de ser útil a la liberación del sufrimiento humano mediante la evolución de la conciencia.

Fragmento del Libro “Inteligencia del Alma. 144 avenidas neuronales hacia el Yo Profundo” José María Doria
Libor Inteligencia del Alma
Cartas Inteligencia del Alma

En un mundo como el actual, en el que predicadores y vendedores de ideas prometedoras se reparten la energía de los buscadores, Inteligencia del Alma se yergue como una síntesis de sabiduría que inspira al lector de manera no casual sobre la mejor actitud para recorrer «el días de hoy» y dar sentido a su vida. Es una obra que alberga lúcidos pensamientos de muchos de los sabios que han acompañado al hombre a lo largo de toda su historia, y los pone al alcance del lector con el fin de aportar claridad para caminar en este convulso mundo y para saber salir de la actual confusión de creencias y valores contradictorios. Nos hallamos ante una obra creada para explorar el yo profundo y descubrir el arte de ser mediante el cotidiano recorrido de las 144 avenidas neuronales que la conforman.