El Bien crece cuanto más se comunica.
Jhon Milton

Sabemos que si se pronuncia, damos existencia a lo pronunciado. Sabemos también que si se nombra, se actualiza lo nombrado en la consciencia. Como dice un texto bíblico: “el verbo se hace carne y habita entre nosotros” ¿Acaso quiere decir esto que la palabra tiene una dimensión creadora?

 

Veamos lector, si ahora le pido que no piense en un elefante rosa, y repito ¡por favor, no piense en un “elefante rosa”! ¿qué sucede? ¡Oh! ¡Lamento que sea tarde, acaba usted de imaginarlo!. El hecho de nombrar un elefante rosa ha producido un “chispazo” en su mente y ha conformado la figura de lo que entendemos como elefante rosa. Quiere esto decir que la palabra se ocupa de activar procesos de realidad en el íntimo escenario de la consciencia. Sin duda, nombrar es una forma de crear.

 

En este sentido, se orientan las palabras de un Maestro Zen que dice: Sólo existe la interdependencia si alguien la nombra. Si no hay nadie para nombrarla, la interdependencia no existe. ¿A dónde nos lleva esta afirmación?, ¿acaso la llamada “realidad” es un consenso mental y se conforma primero en la mente que la imagina y crea? Desde esta perspectiva, tan sólo lo que nombremos y demos atención en la consciencia, existirá para nosotros en este gran subjetivismo vital. Es por ello que, si la propia mente no se entera de un suceso, tal realidad no existirá para ella. En este sentido, apunta el refrán que dice: “ojos que no ven, corazón que no siente”. Un relativismo que merece la pena tomar en serio porque en realidad, en la mente de cada cual, sólo existe aquello que se hace consciente. Mientras uno duerme o simplemente desatiende, no atestigua las cosas que suceden, por lo que puede afirmarse que para su mente no existen. En vista de lo cual, ¿no merece la pena optar por comunicar y reforzar lo que entendemos por Bien? Es decir, lo que está más cerca de la alegría y el bienestar como fuerza feliz de la naturaleza.

 

¿Qué es el Bien?, ¿es acaso una opción del vivir que parece más próxima a la paz que a la guerra? El Bien Primordial parece que tiene más que ver con el abrazo que con la bala. Es decir, con el apoyo a la vida y la cesación del sufrimiento, que con la perpetuación del dolor y la violencia.  Y así como no existe la oscuridad propiamente dicha, sino que tan sólo existe la Luz y la ausencia de Luz, en realidad, tan sólo existe el Bien. El llamado “Mal” puede ser considerado como ausencia de Bien ya que no tiene entidad propia.

 

La comunicación es una de las herramientas más extraordinarias para activar programas de alivio y lucidez. Y así como logramos un cuidado medioambiental plantando árboles y evitando residuos tóxicos, de la misma forma, para lograr una atmósfera psíquica limpia, convendrá sembrar una comunicación sincera y generosa cerrando la puerta a relatos que intoxiquen la mente acerca de otras personas. Merece la pena evitar la crítica destructiva y la violencia, desarrollando una inteligencia del alma cuya expresión benévola fluya por la corriente de consciencia.

 

Ninguna palabra se pierde en la atmósfera planetaria. En realidad, las palabras son vibraciones que flotan en el aura del planeta. Si nuestras palabras son justas y generan, los estados de Bien-Estar, barrerán las vibraciones de tensión y desesperanza. Si uno desea ser feliz, convendrá que se haga consciente del propósito y de la intención sutil de sus palabras. Y a todo esto uno se pregunta, ¿acaso existe algo tan extraordinario como la Felicidad Infinita? Alguien respondió a ello diciendo: “Todo comienza por nombrar su existencia”.

Fragmento del Libro “Inteligencia del Alma. 144 avenidas neuronales hacia el Yo Profundo” José María Doria
Libor Inteligencia del Alma
Cartas Inteligencia del Alma

En un mundo como el actual, en el que predicadores y vendedores de ideas prometedoras se reparten la energía de los buscadores, Inteligencia del Alma se yergue como una síntesis de sabiduría que inspira al lector de manera no casual sobre la mejor actitud para recorrer «el días de hoy» y dar sentido a su vida. Es una obra que alberga lúcidos pensamientos de muchos de los sabios que han acompañado al hombre a lo largo de toda su historia, y los pone al alcance del lector con el fin de aportar claridad para caminar en este convulso mundo y para saber salir de la actual confusión de creencias y valores contradictorios. Nos hallamos ante una obra creada para explorar el yo profundo y descubrir el arte de ser mediante el cotidiano recorrido de las 144 avenidas neuronales que la conforman.