Para desterrar el mal, no hay que combatirlo, sino trabajar enérgicamente en dirección al bien.

Nisargadatta

Cuando una persona está orientada hacia el crecimiento y el cultivo de una actitud positiva, puede percibir que una gran parte del mundo parece estar actuando en la orientación contraria. Ante ello, tiene dos posibilidades: o bien atacar la negatividad mediante un despliegue de denuncias y oposiciones, o bien suspender el juicio y proceder a elaborar una siembra sostenida de actos que reflejan su propia idea de la bondad de las cosas. Algo parecido sucede cuando dos marcas comerciales se reconocen como competidoras que, o bien actúan para desprestigiar a la contraria o bien para mejorar su producto y trabajar con más ahínco en la calidad de su oferta.

 

Es muy diferente decir al niño cuando golpea ruidosamente el tambor dentro de casa: “¡para ya de aporrear el tambor, por favor!” o bien decir “¿por qué no juegas con el perro y la pelota en el jardín?” Mientras una manera reprime y niega la conducta basándose en el rechazo y la fuerza, la otra motiva a una acción diferente, sin descalificar la que, en ese momento, está produciendo satisfacción en el que la opera. La primera dejará al “reprimido” con ganas de volverlo a intentar cuando la oposición se retire, mientras que la segunda, habrá logrado desviar la atención de la opción más tóxica.

 

Todos los radios de la rueda llevan al centro decía Lao Tse, hace 4.000 años. Una máxima que alude al hecho de que cada persona tiene su momento y su particular diseño de avanzar hacia el inmenso mar.  Y por más evolucionada que esté su alma, llevará a sus espaldas una historia personal de ceguera y radicalidad que, como a todos, requirió su tiempo para crecer y despertar. ¿Podemos tirar la primera piedra en algún supuesto condenatorio?.

 

Cuando un ser humano ha pasado por el madurador proceso de conocerse a sí mismo, es decir, de conocer tanto sus luces como sus sombras, se torna muy respetuoso con las debilidades ajenas. Procura que la energía que se maneje en su entorno, no afecte su ecuanimidad y  no se posiciona en la arrogancia que descalifica y critica a otras personas que ejercen conductas primarias que él ya tiene superadas.

 

Si tiene usted anhelos de un mundo mejor, si posee una sensibilidad medioambiental y un criterio sobre la alimentación, las minorías étnicas y los grupos marginales, si tiene usted ideas y experiencias acerca de Dios, del Universo y de la Conciencia, si usted se ha posicionado respecto a la distribución de la riqueza en el mundo, sobre la educación y los hijos, sobre el sexo, el dinero o el progreso y la tecnología, si en alguna medida se reconoce comprometido con su crecimiento personal y espiritual, si practica la contemplación de su propia mente y cultiva su vida interna, ¿qué puede sugerírsele? Tan sólo que sigua adelante. Poco a poco, su propia transformación se manifestará en un abrazo sutil hacia los seres que causalmente se aproximan y que, en muchas ocasiones, lo único que saben es que le buscan porque encuentran orden y calma.

 

Merece la pena que uno siga su camino compartiendo la llama sin predicarla.

 

La Paz y la Independencia son tan elocuentes que hablan por sí solas.

Fragmento del Libro “Inteligencia del Alma. 144 avenidas neuronales hacia el Yo Profundo” José María Doria
Libor Inteligencia del Alma
Cartas Inteligencia del Alma

En un mundo como el actual, en el que predicadores y vendedores de ideas prometedoras se reparten la energía de los buscadores, Inteligencia del Alma se yergue como una síntesis de sabiduría que inspira al lector de manera no casual sobre la mejor actitud para recorrer «el días de hoy» y dar sentido a su vida. Es una obra que alberga lúcidos pensamientos de muchos de los sabios que han acompañado al hombre a lo largo de toda su historia, y los pone al alcance del lector con el fin de aportar claridad para caminar en este convulso mundo y para saber salir de la actual confusión de creencias y valores contradictorios. Nos hallamos ante una obra creada para explorar el yo profundo y descubrir el arte de ser mediante el cotidiano recorrido de las 144 avenidas neuronales que la conforman.