El pesimista se queja del viento. El optimista espera que cambie. El realista ajusta las velas.

Guillen George Ward

Los momentos de tormenta forman parte de la travesía del vivir. Pensar en la posibilidad de una vida sin la irrupción de inesperadas ventiscas y sin cielos en los que, de pronto, aparecen negros nubarrones y grandes olas, es ignorancia de la leyes de la naturaleza.

 

El río de la vida fluye entre las orillas del placer y del dolor. Un diseño existencial que se basa en el contraste y que cuando la mente humana lo asume y acepta, resulta tan interesante como navegable. El arte de vivir es el arte de saber desplegar las velas para neutralizar el sufrimiento y, sin embargo, aceptar el “dolor natural” que se desprende de determinadas experiencias. La matriz de esta inteligencia se basa en la adopción de actitudes diversas ante la insospechada perturbación. Unos optan por la queja estéril y debilitadora que niega la propia capacidad de superación. Otros, prefieren transferir sus talentos como navegantes y tras abandonar el timón se dirigen a los cielos para negociar cambios en los truenos y en las olas.

 

Cuando la tormenta estalla y los truenos rompen el cielo, de nada sirve quejarse. La queja crea una atmósfera de inutilidad personal e intoxica nuestro inconsciente. Ante la queja, ninguna persona que nos acompañe en la travesía, va a hacer más por resolver la situación ni siquiera desplegar mayor eficacia. En todo caso, su labor se verá acompañada del virus quejumbroso de impotencia que tiende a contaminar la atmósfera.

 

En tiempos de tormenta, las personas con fe imploran al cielo soluciones para sus desgracias y ello no sólo porque el milagro acecha y sus miedos se calman, sino también porque concretan lo que quieren y ponen en marcha cambios mágicos en los andamiajes del Gran Sueño. Sin embargo, el hecho de compartir con el Universo lo que precisamos, no sustituye la acción oportuna e inteligente de aquél que sabe plegar las velas y poner rumbo hacia las costas.

 

Cuando el momento que uno vive es difícil, bien sea porque hay tormenta en los cielos o porque atravesamos estrecheces en la tierra, sabemos que, tras cada paso, contamos con un gran aliado que corre a favor del sosiego: el tiempo. Sabemos de la transitoriedad de las cosas y que todo cambia. Cada minuto abordado con coraje es un minuto de victoria. Cada metro recorrido, un metro que dejamos atrás en el camino de salida. No se trata de optimismo o pesimismo, sino de alcanzar la competencia emocional suficiente como para mantener el discernimiento y adoptar medidas de plena eficacia.

 

En los tiempos difíciles, la mente tan sólo enfoca allí donde se requiere apoyo, acción inteligente y soluciones inmediatas. A medida que uno supera los golpes de las primeras olas y ajusta el rumbo ante los vientos que soplan, su corazón se vacía de ilusionesmientras aplica remedios eficaces y rápidos en plena contienda. Tal vez no sea tiempo de opinar, ni tan siquiera de tratar de divagar y comprender, sino que se trata de actuar. Más tarde, cuando la tormenta se aleje y el horizonte se despeje, será el tiempo de respirar profundo, de sentir el silencio y de dar las gracias. En realidad, es entonces cuando corroboramos que el viento y las olas corren a favor del que sabe navegar.

Fragmento del Libro “Inteligencia del Alma. 144 avenidas neuronales hacia el Yo Profundo” José María Doria
Libor Inteligencia del Alma
Cartas Inteligencia del Alma

En un mundo como el actual, en el que predicadores y vendedores de ideas prometedoras se reparten la energía de los buscadores, Inteligencia del Alma se yergue como una síntesis de sabiduría que inspira al lector de manera no casual sobre la mejor actitud para recorrer «el días de hoy» y dar sentido a su vida. Es una obra que alberga lúcidos pensamientos de muchos de los sabios que han acompañado al hombre a lo largo de toda su historia, y los pone al alcance del lector con el fin de aportar claridad para caminar en este convulso mundo y para saber salir de la actual confusión de creencias y valores contradictorios. Nos hallamos ante una obra creada para explorar el yo profundo y descubrir el arte de ser mediante el cotidiano recorrido de las 144 avenidas neuronales que la conforman.