La persona más desarrollada es aquella que puede ponerse en el lugar del mayor número de personas.

Ken Wilber

Los niños tan sólo ven las cosas desde su reducida perspectiva. Algo que se constata cuando, por ejemplo, un monitor muestra a uno de ellos una hoja de papel con una cara roja y la otra azul. El niño observa las dos diferentes caras dando la vuelta a la hoja y aunque parezca que su mente infantil ha asimilado todas sus posibilidades, no es exactamente así. Cuando momentos más tarde, el monitor le muestra la hoja por la cara roja de forma que, desde la posición del niño, no se ve la cara azul, y a continuación le pregunta “¿de qué color es la cara que te muestro?” El niño, naturalmente, responde “roja”. Pero si el monitor que obviamente está viendo la cara azul, sigue preguntando, “¿y de qué color veo yo la hoja?”, el niño, al no poder ponerse en su lugar, contesta, “roja“.

 

El hecho de ser capaz de ver la vida desde otros ojos, lleva implícito un desarrollo mental que capacita para abstraerse de lo que los sentidos externos perciben y así poder deducir otras perspectivas. Un proceso que nuestra mente realiza recordando velozmente nuestras anteriores visiones y calculando el resultado de forma lógica. En el caso de la hoja de colores mencionada es sumamente fácil saber que, mientras el monitor está viendo la azul, el niño ve la cara roja.

 

Pero, ¿tiene nuestra mente la capacidad para captar directamente algún otro punto de vista que, previamente, ni tan siquiera haya sido imaginado?, ¿es capaz un indígena que jamás haya salido de la selva, de sentir y percibir imágenes de un habitante de la ciudad de New York?, ¿pudo un Julio Verne captar los futuros submarinos y naves voladoras que para una persona de nuestro siglo, sería como percibir formas vitales de otras galaxias?.

 

Tal vez, alguien piense en la existencia de campos morfogenéticos que puedan ser sintonizados de forma casual por la mente del mencionado indígena. Tal vez, también puedan captarse formas arquetípicas del inconsciente colectivo que trasciendan al propio programa. Incluso podemos pensar que la mente humana es análoga a un aparato de radio que tan sólo sintoniza una única onda cuando, sin embargo, las millones restantes aunque no se perciben con los sentidos, circulan por todas partes.

 

Y así como la empatía es una competencia de la inteligencia emocional mediante la cual uno percibe lo que otro ser humano siente, la intuición es una competencia de la inteligencia del alma que sobrepasa todas los proceso lógicos. A través de la intuición, uno puede devenir conocedor no sólo de otro corazón humano, sino también de más allá del tiempo y del espacio como realidades insospechadas.

 

Todo viaje hacia la percepción extrasensorial es un turismo de la profundidad. Una aventura de la consciencia que, conforme crecemos y desarrollamos, nos permite viajar al interior de los seres humanos y empatizar con sus más íntimos programas. Una realidad intra-psíquica que no se limita a sus circunstancias objetivas, sino que también faculta para percibir los estadios profundos del Ser.

 

Desde el infantil ego-centrismo en el que el ego es el centro, la consciencia se ensancha al socio-centrismo en la que la sociedad pasa a ser el centro. Más tarde, la ampliación conduce al mundi-centrismo y de ahí al holocentrismo que señala a holos-totalidad como centro. En realidad, tal ampliación representa el viaje sin vuelta más importante de la vida. ¿Acaso existe mejor turismo que expandir la consciencia?

Fragmento del Libro “Inteligencia del Alma. 144 avenidas neuronales hacia el Yo Profundo” José María Doria
Libor Inteligencia del Alma
Cartas Inteligencia del Alma

En un mundo como el actual, en el que predicadores y vendedores de ideas prometedoras se reparten la energía de los buscadores, Inteligencia del Alma se yergue como una síntesis de sabiduría que inspira al lector de manera no casual sobre la mejor actitud para recorrer «el días de hoy» y dar sentido a su vida. Es una obra que alberga lúcidos pensamientos de muchos de los sabios que han acompañado al hombre a lo largo de toda su historia, y los pone al alcance del lector con el fin de aportar claridad para caminar en este convulso mundo y para saber salir de la actual confusión de creencias y valores contradictorios. Nos hallamos ante una obra creada para explorar el yo profundo y descubrir el arte de ser mediante el cotidiano recorrido de las 144 avenidas neuronales que la conforman.