Sin pretender instaurar formulas mágicas, desde mi experiencia personal he aprendido la importancia de restaurar la imagen que tenemos de nosotros mismos para gobernar y asumir nuestras vidas con responsabilidad y autenticidad. Este redescubrimiento interno, que pasa por contemplar nuestros miedos y heridas, se convierte en un acto autocompasivo de transcendencia, crecimiento y transformación que nos retorna a sí mismos.
Al renacer, comprendemos que nuestra realidad e identidad no están limitadas por nuestros condicionamientos personales y culturales. Aceptamos, también, que la divinidad que habita en nosotros nos otorga poder y libertad.