TERNURA – Inteligencia del Alma
Montaigne
La vida de un ser humano tiene curiosas etapas. Los muy jóvenes desean aflorar al héroe que llevan dentro. Para ello, rompen moldes preestablecidos y tratan de encarnar el mito arquetípico que su corazón bombea. Sin embargo, en otra etapa posterior, llega el desencanto racional y con él, la caída de ideales y la consiguiente madurez interna. Se trata de un nivel que conlleva aceptación de las reglas de juego y un sutil deseo de, refinar las pequeñas cosas de la acción cotidiana.
Dicen los mitos que aquella joven heroína, en su camino hacia el País de los Despiertos, atraviesa el bosque sorteando peligros y hechizando a los dioses y a las bestias. Una vez legada al lugar, de pronto se da cuenta de que los lúcidos que allí moran, expresan más prudencia que coraje, más perseverancia que arrebato y sus miradas profundas abren caminos sin necesidad de espada. Por su parte, aquel héroe, tras abandonar la ciudad y enfrentarse al dragón de la caverna, corona la cima de la montaña. Allí encuentra personas iniciadas en la conciencia del Ser que se nombran como hermanos y anuncian que el recién llegado está ya listo para aprender a contemplar desde la esencia.
Cuando se expande la consciencia, la presión del logro externo deja paso a la primacía de la observación interna. Ahora, el antiguo brío se convierte en refinado equilibrio de las propias fuerzas. Poco a poco, nace el discípulo del Espíritu que, tras sucesivas iniciaciones, despliega y expande la capacidad del darse cuenta. Desde este estado de progresiva maestría, observa que todo encaja solo y qué gran alcance tienen los propios pensamientos y palabras en el mundo de la materia. Y si antes lo importante era qué hacer en la vida, ahora lo que demanda atención es el cómo hacer las cosas de cada día. Si antes aquel guerrero soñaba con grandes victorias, ahora se cuela sutil y anónimo en la apertura de crisálidas y la sanación de heridas abiertas. Si anteriormente enfrentaba obstáculos oponiendo su gran fuerza, ahora fluye como el agua que acaricia a las piedras.
La llamada -madurez- es una forma de iluminación que alcanza su cima en la práctica del ZEN. Un camino que vacía la conciencia de intención mental y dualidades varias. Un punto de encuentro en el que se dan cita el poder de lo pequeño, la inocencia consciente y la espontaneidad perfecta. Cuando uno se convierte en su propio arquero Zen que tensa su arco con precisa atención, se funde certero no sólo en la esencia de la flecha, sino también en el núcleo de la diana. El arquero aprendió a vivir el presente y al hacerlo, está listo para servir una taza de té con refinamiento y gracia, sin ruidos, sin titubeos, con la disciplina de la espontaneidad suprema. Cada pequeño movimiento, aunque entrenado y repetido, es nuevo, sin memoria, sin afán, tan sólo con la consciencia despierta. Cuando más tarde se sienta sobre un cojín con las piernas cruzadas, respira lento y profundo y mantiene fija en un punto la mirada. Pronto moverá las manos con la misma armonía con que una flor se abre al rocío de la mañana.
Hay un momento en la vida en el que ya no se busca en los cielos ni tampoco en las grandes gestas. Simplemente, uno ocupa su lugar en el mundo y convierte lo profano en sagrado, mientras pone en cada movimiento atención y consciencia. Es llegado el tiempo para hacer aflorar la esencia en las pequeñas cosas bien hechas. Ya se sabe… el canto del pájaro, la brisa del atardecer, la distancia que separa el trabajo de casa … … ¿acaso busca usted el cielo? … alguien dijo que para conseguir tal logro, tal vez conviene comenzar por perfeccionar la tierra.


En un mundo como el actual, en el que predicadores y vendedores de ideas prometedoras se reparten la energía de los buscadores, Inteligencia del Alma se yergue como una síntesis de sabiduría que inspira al lector de manera no casual sobre la mejor actitud para recorrer «el días de hoy» y dar sentido a su vida. Es una obra que alberga lúcidos pensamientos de muchos de los sabios que han acompañado al hombre a lo largo de toda su historia, y los pone al alcance del lector con el fin de aportar claridad para caminar en este convulso mundo y para saber salir de la actual confusión de creencias y valores contradictorios. Nos hallamos ante una obra creada para explorar el yo profundo y descubrir el arte de ser mediante el cotidiano recorrido de las 144 avenidas neuronales que la conforman.