La descripción que Pedro nos hace de Juan, más nos sirve para conocer a Pedro que a Juan.

Spinoza

Cuando el señor Darwin, mundialmente conocido por sus aportaciones a la teoría de la evolución de las especies, entró por vez primera con su gran barco de tres mástiles en una bahía de la Patagonia, los nativos que se encontraban haciendo sus labores en las playas, no se percataron de la entrada de ese gigante de grandes velas desplegadas que, a un centenar de metros, se aproximaba hacia ellos. Mr. Darwin nos cuenta que su tripulación contemplaba insólita como aquellos nativos, aunque pasaban la mirada sobre el mar, barco incluido, se mostraban ajenos a éste ya que, literalmente, parecían no ver el gran navío, “The Beagle”, flotar sobre las aguas “en sus mismas narices”. Sin embargo, cuando el barco echó anclas y los marineros hicieron descender las pequeñas barcas para acercarse a la playa, fueron inmediatamente reconocidos, cundiendo el sobresalto en la costa. ¿Por qué los aborígenes parecían no ver algo tan insólito para ellos, como un barco de esas dimensiones?, ¿por qué algo tan evidente como una gran nave resultaba invisible para esas mentes y sin embargo, cuando aparecieron las pequeñas barcas, fueron de inmediato vistas?

 

La respuesta es proporcionada por las leyes de la percepción de los fenómenos que viene a decir : el que tiene en la frente un martillo no ve más que clavos. Por ley lógica, el aborigen no concibe siquiera la existencia de un “pedazo de barco” como el que esos “extraterrestes”, con el Sr. Darwin al frente, presentaban en la bahía. Sus cerebros no reconocían tal realidad, porque simplemente creían imposible que tal cosa existiese. Por lo tanto, sus mentes ni podían suponerla ni reconocerla. ¿Acaso sucede que la mujer embarazada tiende a “ver” muchas más mujeres embarazadas que en tiempos anteriores al embarazo?, ¿acaso cuando queremos comprar un determinado modelo de coche, “casualmente”, comenzamos a “ver” mayor cantidad del mismo de la que parecía antes circular por las calles?

 

¿Acaso la llamada realidad se conforma en nuestra mente por consensos culturales?. Se afirma que lo que vemos “ahí fuera” es una proyección de la película que tenemos dentro al más puro estilo cine. Es por ello que “lo que Pedro ha detectado de Juan, más nos dice de Pedro que de Juan”. Los defectos y virtudes que reconocemos en el otro no ofrecen tales posibilidades de reconocimiento, si previamente  no se han experimentado o reconocido dentro de uno mismo. Tanto cuando admiramos como cuando sentimos aversión hacia una determinada característica de otra persona, en realidad, con quien estamos experimentando atracción o rechazo, es con un espejo que refleja lo que sentimos en alguna parte profunda del Yo.

 

Entonces nos preguntamos, ¿existe la realidad física objetiva? La respuesta, tal vez, tenga algo que ver con los llamados sueños lúcidos. Como se sabe, el sueño lúcido es como todos, pero con la diferencia de que el soñador se da cuenta de que está soñando. Se trata de una interesante experiencia que ofrece al sujeto la posibilidad de cambiar a voluntad el guión onírico. Algo que no altera de forma alguna la sensación de realidad que tal tipo de sueño ofrece. Observemos que las variables de tensión sanguínea, sudor, orgasmos y otras constantes neurofisiológicas que pueden acontecer, dan realidad inusitada a esa película mientras nuestro cuerpo ronca inmóvil.

 

¿Existe acaso un sueño de día en el mundo de la vigilia y un sueño de noche entre sábanas?, ¿acaso el tan nombrado Despertar de la Conciencia tiene que ver con el reconocimiento de la película que nuestra mente está permanentemente proyectando?, ¿y a partir de tal reconocimiento…?, ¿Libertad?

Fragmento del Libro “Inteligencia del Alma. 144 avenidas neuronales hacia el Yo Profundo” José María Doria
Libor Inteligencia del Alma
Cartas Inteligencia del Alma

En un mundo como el actual, en el que predicadores y vendedores de ideas prometedoras se reparten la energía de los buscadores, Inteligencia del Alma se yergue como una síntesis de sabiduría que inspira al lector de manera no casual sobre la mejor actitud para recorrer «el días de hoy» y dar sentido a su vida. Es una obra que alberga lúcidos pensamientos de muchos de los sabios que han acompañado al hombre a lo largo de toda su historia, y los pone al alcance del lector con el fin de aportar claridad para caminar en este convulso mundo y para saber salir de la actual confusión de creencias y valores contradictorios. Nos hallamos ante una obra creada para explorar el yo profundo y descubrir el arte de ser mediante el cotidiano recorrido de las 144 avenidas neuronales que la conforman.