El Ser no se identifica con el fracaso y el éxito. Aprenda de ambos y vaya más allá.

Nisargadatta

Cualquier identificación del propio yo con el fracaso o con el éxito es una errónea reducción de la totalidad que es uno mismo, a una mera parte que representa su ego o persona. Vincular la identidad esencial al yo superficial que vive entre los dos mencionados polos, supone perder la perspectiva global y encerrar al Ser que somos en un cliché tan transitorio como local. El hecho de decir “soy tal o cual…” supone reducirse, ¿acaso no somos mucho más que ese estrechamiento?, ¿por qué nos empeñarnos en limitar lo que tiene tantas caras? En todo caso definamos: “una parte de mí es…”

 

Tanto el éxito como el fracaso son tan sólo interpretaciones mentales acerca de sucesos acontecidos tras nuestras previas expectativas. Una interpretación efímera que varía en cada persona y en cada momento de la vida. Un mismo suceso objetivo, para unos puede suponer un éxito y para otros un fracaso. Dos polos o estados emocionales de una misma realidad que tienden a enredar al sujeto en un movimiento psíquico pendular. Éxito significa lograr nuestros objetivos, pero en realidad, el éxito por excelencia, será aquel que tenga que ver con el despertar de la conciencia, con el cese del sufrimiento y con la recuperación de nuestra lúcida identidad esencial. Un objetivo de anámnesis que da sentido a la vida y cuyo sendero constituye la realidad última a la que, tarde o temprano, todo ser humano llega.

 

La clave para lograr un objetivo está en el grado de atención sostenida que dedicamos al tablero de juego en el que éste se desarrolla. Los éxitos en su parte luminosa proporcionan al ego un cierto grado de seguridad y auto confianza. Sin embargo, en su vertiente sombría pueden ser fuente de arrogancia que ignora la cara y la cruz de la existencia. Por el contrario, el fracaso, aunque muchas veces supone una experiencia dolorosa, es un valioso aprendizaje para trazar avenidas de aprendizaje hacia futuros logros desde la sabiduría del alma. En realidad, no existe el fracaso, tan sólo existe crecimiento y aprendizaje. El fracaso es una experiencia de “aplazamiento del logro” que, a su vez, trae consigo ajustes personales que marcan “un antes y un después” en la corriente de experiencias humanas.

 

La vivencia del fracaso suele regalar un gran desapego de la malla onírica en la que vivimos enredados, ya que las emociones que éste conlleva, instan a la recuperación de la visión global. Al enfrentarnos a la frustración derivada del fracaso, una parte de nosotros aprende a desenredase del hechizo tendido por las burbujas de la expectativa. Promesas que, a veces, pueden aprisionar al alma humana en la sed insaciable de vivir un determinado que la encadena al samsara. En realidad, en el desencanto del fracaso subyacen las semillas del éxito, semillas que a su vez liberarán del sueño en las nuevas albas.

 

¿Qué hay más allá del fracaso y del éxito? Algo tan parecido a lo que fluye por entre dos orillas de un río. Se trata de la observación consciente del juego polar de la propia naturaleza mental. Un nivel de conciencia que se encuentra más allá de cualquier identificación con alguna de las dos orillas. Aprendemos del éxito y aprendemos del fracaso, ambos son dos maestros del alma que traen sutiles lecciones para desarrollar toda la sabiduría y compasión que laten en el corazón humano. Nadie escapa a las dos grandes lecciones que ambas experiencias conllevan. Lecciones que hacen referencia a la montaña inmóvil de la ecuanimidad como símbolo interno de una perfecta neutralidad que ni prefiere ni interviene, sino que tan sólo testifica el devenir de sucesos, más allá de las interpretaciones que la mente demanda en el sinuoso proceso de la existencia.

Fragmento del Libro “Inteligencia del Alma. 144 avenidas neuronales hacia el Yo Profundo” José María Doria
Libor Inteligencia del Alma
Cartas Inteligencia del Alma

En un mundo como el actual, en el que predicadores y vendedores de ideas prometedoras se reparten la energía de los buscadores, Inteligencia del Alma se yergue como una síntesis de sabiduría que inspira al lector de manera no casual sobre la mejor actitud para recorrer «el días de hoy» y dar sentido a su vida. Es una obra que alberga lúcidos pensamientos de muchos de los sabios que han acompañado al hombre a lo largo de toda su historia, y los pone al alcance del lector con el fin de aportar claridad para caminar en este convulso mundo y para saber salir de la actual confusión de creencias y valores contradictorios. Nos hallamos ante una obra creada para explorar el yo profundo y descubrir el arte de ser mediante el cotidiano recorrido de las 144 avenidas neuronales que la conforman.