No basta con hacer el bien, hay que hacerlo bien.

Diderot

Los mitos que las antiguas religiones solían presentar nos decían cómo los dioses celestes actuaban desde el Más Allá y manipulaban el destino de los hombres a través de un supremo poder. Tal creencia ha servido para aliviar el miedo y el dolor a millones de personas que, como último recurso, rezaban para cambiar los males que parecían avecinarse. Pero este intervencionismo divino, si bien ayudaba a crear una sanadora esperanza y, en muchos casos, a propiciar acciones que cambiaban las cosas, también ha hecho suponer a personas sencillas que, por el hecho de trabajar para buenas causas, podían permitirse actuar con torpeza y negligencia ya que Dios “lo arreglaría”. Parecía que, dada su buena intención, aunque fuesen ineficaces y tuviesen resultados negativos, los dioses harían el resto y darían eficacia al logro de sus metas.

 

¿De qué sirve la buena intención de ayudar a un enfermo, si por descuido infectamos sus heridas?, ¿de qué sirve trabajar en una excelente ONG, si nuestro carácter confunde y crea malestar entre sus miembros y colegas?, ¿de qué sirve querer ser útil al mundo, si finalmente nuestras formas y maneras entorpecen y dificultan el logro global de las propuestas?

 

Para actuar con eficacia, no sólo se necesita intención, sino también una correcta aplicación de los medios y de las formas. Y para ello, no sólo es menester el deseo de “buen rollo”, sino también la competencia profesional y emocional que, de otro modo, puede intoxicar nuestra atmósfera. El hecho de querer hacer el bien no otorga una bula de desarrollo personal, ni exime al sujeto de formación permanente en las técnicas profesionales más excelentes y avanzadas. Hacer bien las cosas es poner atención a cada acción que realizamos por pequeña e insignificante que parezca. El éxito no sólo está basado en los pequeños detalles, sino también en aprender a encarar los problemas que surgen sin dejar para mañana lo que, a veces, se teme afrontar en el ahora.

 

“Lo siento, mi intención era buena”. Una frase que suele escucharse en boca de alguien que anclado en su ignorancia, causa problemas. En realidad, aunque trabajemos en una catedral y cuidemos de las mismísimas cosas sagradas, convendrá resolver con eficacia las labores encomendadas. El ser humano actual se orienta hacia el logro de una Conciencia Integral. Se trata de un nivel que permite actualizar con plena eficacia las diversas potencialidades que nuestra identidad global conlleva. La Conciencia Integral es un estado que conjuga las facetas básicas de dos aspectos que tienden a excluirse como líneas opuestas. Por una parte, el ego sensorialde los deseos que se desenvuelve en el reino material de lo prosaico y por otra, el alma profunda que conduce a la esfera sutil de la Verdad, la Bondad y la Belleza. Dos líneas de desarrollo que, lejos de excluirse, corren entrelazadas y paralelas.

 

Para lograr resultados en cualquiera de ambas esferas, conviene construir buenos cimientos y establecer bases firmes y sólidas. Aunque uno se sienta “bueno” en la intención, no logrará que los dioses invisibles arreglen las deficiencias de cimentación que su edificio arrastra. Somos responsables de nuestras obras, tanto si tienen defectos como si son perfectas. La eficacia está presente cuando producimos consecuencias conscientes e intencionadas. Es decir, cuando transformamos las cosas en sintonía con nuestras metas. Para ello, sabemos que conviene poner atención a los detalles, atención al aprendizaje sostenido, y atención al momento presente del que brota infinitud y magia. La acción noble y correcta es un yoga que trabaja para salir del Laberinto y despertar a la consciencia. Para ello no basta con hacer el bien, hay que hacer las cosas bien.

Fragmento del Libro “Inteligencia del Alma. 144 avenidas neuronales hacia el Yo Profundo” José María Doria
Libor Inteligencia del Alma
Cartas Inteligencia del Alma

En un mundo como el actual, en el que predicadores y vendedores de ideas prometedoras se reparten la energía de los buscadores, Inteligencia del Alma se yergue como una síntesis de sabiduría que inspira al lector de manera no casual sobre la mejor actitud para recorrer «el días de hoy» y dar sentido a su vida. Es una obra que alberga lúcidos pensamientos de muchos de los sabios que han acompañado al hombre a lo largo de toda su historia, y los pone al alcance del lector con el fin de aportar claridad para caminar en este convulso mundo y para saber salir de la actual confusión de creencias y valores contradictorios. Nos hallamos ante una obra creada para explorar el yo profundo y descubrir el arte de ser mediante el cotidiano recorrido de las 144 avenidas neuronales que la conforman.