Juega la partida que te toca. Puede ser dolorosa pero debes jugarla.

 James Brady

¿Traemos acaso un pliego de experiencias que “por narices” nos toca vivir? ¿Se trata de algún extraño plan prenatal que nuestra supuesta entidad espiritual ha planeado para el tratamiento de sutilización? ¿Podemos escapar del laberinto emocional que parece habernos íntimamente tocado? Son preguntas que la humanidad, conforme se ha visto enfrentada a situaciones incómodas y dolorosas, ha venido haciéndose de forma sistemática y cuyas respuestas no se plantean en clave racional. La intuición termina por insinuar sutilmente a cada cual que existen áreas de pesadumbre no tan fluidas como otras y que, al parecer, es nuestro llamado Karma el que nos demanda experimentarlas con todas las consecuencias que conllevan.

 

¿Nos toca ser padres de hijos con defectos que atribuimos a nuestros excónyuges?, ¿nos toca trabajar con un jefe insoportable y déspota?, ¿acabar el proyecto en que nos hemos visto metidos?, ¿aplazar nuestra gratificación placentera para un momento más adecuado?, ¿quedarnos una noche en vela?, ¿cuidar de esa persona que nos “cayó en el lote” al nacer?, ¿ sentir dolor por el sufrimiento de alguien con el que nos sentimos irrenunciablemente vinculados?, ¿nos toca esperar y esperar?

 

Pesadumbres variadas que parecen saldarse en alguna etapa del camino a través de procesos que no podemos soslayar y que tememos nos acompañen “de por vida”. Sin embargo, con el paso del tiempo, las aparentes cruces que parecieron llegar a nuestras vidas por una desgraciada lotería cósmica, son precisamente los resortes de un futuro salto de conciencia por el que se supera un modelo mental caduco y se accede a una nueva expansión de conciencia.

 

¿Nos toca aguantar a compañeros o socios que sentimos “ponen menos”?, ¿nos toca vivir un período de estrechez económica?, ¿aceptar un cuerpo que no nos gusta?, ¿nos ha tocado una familia que nos abruma?, ¿hemos vivido ocasiones en las que hemos deseado morir y, que al parecer, todavía  no era el tiempo?, ¿nos toca soportar una pérdida tras otra?, ¿nos toca enfrentar la soledad? Son momentos de dolor que conllevan la certeza de un nuevo y esperanzado ascenso. Y bien es cierto que, mientras éste aprieta, la sabia aceptación del mismo rebaja la dolencia en grado sumo.

 

El dolor aceptado conduce al alma a reinos insospechados. Cuando un ser humano se siente motivado por el correcto juego de sus cartas y por terminar la partida con dignidad y nobleza, en realidad, está elaborando la competencia emocional que madurará su persona y abrirá la puerta del sentido de su vida. Cuando transmutamos aspectos tales como lo puedan ser la cólera, el sentimiento de injusticia, el deseo de venganza, la codicia, la envidia y otras muchas miserias personales, convirtiéndolas en amplitud mental y desapegada templanza, estamos haciendo aflorar al alquimista interno que encontró plomo en su interior y terminó por transformarlo en oro. El oro de la lucidez y la conciencia despierta.

 

En pleno dolor, el hecho de seguir adelante, aceptando sin resistencias, supone encender un cohete hacia planos de amor y lucidez que, más pronto o más tarde, endulzan el alma de ternura y grandeza. Una actitud que recuerda las palabras del lúcido: En Tus manos encomiendo mi Espíritu.

Fragmento del Libro “Inteligencia del Alma. 144 avenidas neuronales hacia el Yo Profundo” José María Doria
Libor Inteligencia del Alma
Cartas Inteligencia del Alma

En un mundo como el actual, en el que predicadores y vendedores de ideas prometedoras se reparten la energía de los buscadores, Inteligencia del Alma se yergue como una síntesis de sabiduría que inspira al lector de manera no casual sobre la mejor actitud para recorrer «el días de hoy» y dar sentido a su vida. Es una obra que alberga lúcidos pensamientos de muchos de los sabios que han acompañado al hombre a lo largo de toda su historia, y los pone al alcance del lector con el fin de aportar claridad para caminar en este convulso mundo y para saber salir de la actual confusión de creencias y valores contradictorios. Nos hallamos ante una obra creada para explorar el yo profundo y descubrir el arte de ser mediante el cotidiano recorrido de las 144 avenidas neuronales que la conforman.