A lo largo de mi camino personal y profesional, he comprendido que nuestras heridas y experiencias dolorosas pasadas, lejos de restarnos fuerza, nos dignifican y fertilizan cuando las abrazamos. En ese proceso maduramos y descubrimos la integridad que nos habita en lo profundo. Este camino, vivido en primera persona, me ha enseñado que una cosa es lo que “pensamos que somos” y las vivencias que hemos tenido y, otra, lo que en esencia somos. He aprendido también que no puedo acompañar a otros hasta donde yo misma no haya llegado, así que mi compromiso con el autodescubrimiento y la mejora continua es de por vida.