A medida que nos adentramos en la emocionalidad de los acontecimientos, adversos o favorables, nos damos cuenta de que nuestra forma de concebirlos e interpretarlos, enormemente condicionada por diversos factores, son los que promueven en gran medida nuestro dolor que, en excesivas ocasiones, deriva en un gran sufrimiento.
Cuando tenemos la ocasión de nombrar, aceptar y ordenar todo ese proceso contractivo que acontece, nuestro enfoque al respecto también se ve modificado y, quizás, en algún momento del camino, nos tomemos la libertad de conectar de nuevo con la esencia de un ser que siempre estuvo pleno.