Practicar la respiración consciente es abrir los ojos y los oídos a una visión más amplia de nuestro entorno y a una escucha atenta de lo que nos rodea. Escucharnos y percibirnos en la naturaleza hace que seamos capaces de dejar fluir la capacidad expresiva innata en cada persona, y que en los niños se manifiesta de manera natural y espontánea.
En este ambiente, podremos disfrutar del desarrollo de nuestra capacidad expresiva a través de la práctica de la meditación, atendiendo a la percepción del propio cuerpo, a la respiración y a la actitud abierta y curiosa como puerta de entrada a una práctica creativa personal y enriquecedora.
Manteniendo esta actitud abierta a la experimentación y la creatividad, la expresión artística se convierte en un juego enriquecedor. Y así, nos encontramos con la naturaleza de lo presente, observando y percibiendo el color, la luz y las formas a través de los sentidos: ver, oler, tocar, sentir las texturas y acercarnos a todo ello con atención. Así se propicia un entorno de calma y concentración que favorece la creatividad.
Tanto si estamos habituados a la práctica artística, como si aún no hemos desarrollado las herramientas expresivas del dibujo o la pintura, es indudable que somos seres creativos capaces de actuar con nuestras manos y con nuestro cuerpo para transmitir y cultivar lo que apreciamos y que nos conmueve desde el interior.
Aprender a expresarlo con fluidez cuenta con el apoyo de la práctica de la meditación transpersonal, el ejercicio de autoconsciencia corporal y el mindfulness para lograr ese estado de presencia y observación que nos libere de expectativas y juicios y que nos permita expresarnos con libertad y emoción.