Nací en el norte de España un frio y soleado domingo de otoño, desde muy pequeña sentí que esconder mi sensibilidad y hacerme la fuerte eran el único camino y poco antes de cumplir dieciocho años con una mezcla de curiosidad y una gran dosis de dolor y necesidad de huir en medio de un proceso de divorcio de mis padres, salí de casa rumbo al sur para estudiar una ingeniería.

Seguí viajando cada vez más lejos y, en más de 20 años trabajando en Organismos Internacionales y ONGs he tenido la suerte de  compartir y aprender de las comunidades indígenas del Amazonas y de los Andes, de la tranquilidad del Caribe, el descubrimiento de las culturas orientales en Asia o las turbulencias del conflicto en Oriente Medio, un encuentro con lo que como humanidad tenemos en común con muchas luces y sobretodo muchas sombras. En paralelo, buscando como aliviar un sufrimiento que me había llevado a enfermar en múltiples ocasiones con crisis de migrañas y una enfermedad autoinmune de tiroides, empecé a tirar del hilo de aquello que siempre me hacía sentir que no era suficiente, que no encajaba en el mundo y se gestó otra vocación en mí sin que yo lo sospechara, me formé primero como coach y luego como terapeuta y fueron surgiendo propuestas de otras personas que confiaron en que las acompañara en su camino personal y profesional.

¿Qué yo me contradigo? Pues si me contradigo ¿y Qué? (yo soy inmenso, contengo multitudes)

Walt Whitman.

Mi curiosidad y mi capacidad de asombro han sido mi guía y mi salvavidas y si hay algo que siempre me ha acompañado ha sido mi amor por escuchar, aprender  y cuestionar. Mi sensación de no encajar me llevó buscar algo que explicara aquello que me pasaba y en ese camino las etiquetas de PAS (Persona Altamente sensible) multipotencial, neurodivergente me sirvieron durante un tiempo para entender y entenderme, pero  ya no necesito etiquetas, ahora sé que puedo verme completa y abrazarme con todas mis partes y contradicciones y así me siento más libre.

Ahora vivo en Madrid después de atravesar un duelo perinatal y un complejo proceso de infertilidad que me llevó otra vez a parar, a volver a la raíz para empezar todo de nuevo desde otro lugar. Ahora sé que mi cuerpo es un lugar seguro, que me permite sentirme en casa esté donde esté, que mi sistema nervioso es mi aliado y que puedo explorar y reprogramar mi mente para ponerla a mi favor. Ahora hace muchos años que no tengo una migraña, y mi tiroides está controlada.

Viví feliz como no madre; dejé todo para poder serlo y finalmente lo fui después de reconciliarme con la posibilidad de no serlo, desde ahí siento un profundo respecto por todas las decisiones y conozco el dolor que pueden implicar esas opciones y circunstancias.