Fue bello comprender el sueño y comprobar que todo el dolor no había sido en vano, que tras todo había un sentido: desarrollar la potencialidad humana con la que la Vida me había creado. Y en ese nuevo sendero de autoconocimiento, no siempre llano ni libre de tropiezos, se fue desvelando tras capas de miedo, la vocación de acompañar a otros en sus caminos cuando decidieran, como yo lo había hecho, escuchar por fin esa voz que clama desde lo más íntimo y que nos incita a dar un paso más, a salir del letargo, a confiar en su guía para atrevernos a vivir. Entiendo esta profesión como un acto de equilibrio y justicia con la Vida: si he llegado hasta aquí ha sido gracias a otros. Todo lo que sé me lo enseñaron otros. Todos los pasos que he dado ha sido de la mano de otros. Es justo tender la mía ahora para seguir adelante y dispersar las semillas que todos esos “otros” me regalaron.