A través de mis propias vivencias, me vibra el acompañamiento en la búsqueda del amor que somos, el empoderamiento en la propia autoestima y relaciones de pareja con sus polaridades.
Desde muy temprano se conforma una huella en nosotros mostrándose como nuestras heridas emocionales. Estas heridas sólo podrán sanar cuando hayamos decidido mirarlas y atenderlas, cuando elegimos respetarnos y amarnos, renunciando así a las numerosas expectativas infantiles. Elegir sanar las heridas es elegir amarnos, y con ello, amar a los otros.
Mi vehículo de viaje es la meditación, la meditación es el camino de vuelta a la identidad profunda que realmente somos. Contemplar es la gran aventura. El camino de la contemplación es un viaje profundo.
Acompaño a otros seres a encontrar su verdadera identidad. A viajar a las mazmorras más oscuras, para luego visitar los valles más hermosos que habitan en el mismo lugar.
Es un viaje real, intenso y profundamente vivo. En la plenitud del viaje, uno se libera para ser el que siempre ha sido, sin haber logrado nada que no estuviera ahí desde el comienzo.