Hemos aprendido a utilizar el pensamiento para trascender el cuerpo, pero todavía no sabemos servirnos de la conciencia para trascender el pensamiento.

Ken Wilber

La evolución del ser humano sobre la Tierra supone un fascinante y sostenido despliegue de potencialidades. Conforme la Historia avanza, desarrollamos insospechadas facultades físicas y mentales y expandimos el nivel de autoconsciencia. Una carrera evolutiva que capacitó al ser humano a desarrollar el instinto de supervivencia, aprendiendo a vivir de la recolección y de la caza. Se trataba de un estadio evolutivo con escasa presencia de discernimiento y casi ningún vestigio de razón y ciencia. Sin embargo, con el paso de los milenios, la carrera avanza y el impulso evolutivo empuja a una humanidad fundida con la naturaleza a superar la magia preconsciente y orientar la energía hacia la futura conquista de la espalda erecta, la razón y la consciencia.

 

Aquel ser humano preconsciente, inmerso en las corrientes de la naturaleza, como si del bebé y la gran madre se tratara, es empujado a nacer a otra nueva esfera. Para ello, desarrolla su capacidad de aprender a aprender como herramienta del camino hacia el fascinante mundo del darse cuenta. Con el paso del tiempo, inventa el arado y con ello, trasciende la azada y la huerta. Toda una revolución tecnológica que permite a cada labrador poder dar de comer a cien personas. Un único hombre con la máquina y la bestia permiten a los recién liberados dedicar tiempo a cartografiar el cielo, a prevenir peligros y a mejorar la vida sobre la Tierra. Nacen las ciencias, comienzan los imperios, los mitos y las religiones organizadas. Aparece un camino más amplio y complejo del hombre sobre el planeta.

 

El impulso evolutivo sigue empujando a cada mente y a cada raza. El pensamiento ya permite ponerse en el lugar del otro, un aspecto que hace nacer el auto-control sobre los deseos primarios de la propia naturaleza. La pasión y la ira, la venganza y otras fuerzas subhumanas empiezan a transmutarse en los nuevos procesos mentales que demandan las leyes morales de convivencia. El pensamiento se cultiva y con él se desarrolla la cultura de las ciencias humanas. La mente se refina y el ser humano comienza a ser consciente de sí mismo y del amor que siente cuando late su alma.

 

Los más adelantados en la expansión de conciencia se hacen oír en un mundo sin distancias. Las ideas de progreso y los valores que afirman son escuchados por las mentes más preparadas para la paz y la hermandad perfecta. Se trata de un tiempo en el que el corazón humano comienza a intuir la existencia de niveles profundos de Bondad, Verdad y Belleza. Poco a poco, la consciencia se convierte en el instrumento que integra la luz y la sombra de la propia mente humana. Algunos más lúcidos integran su contradicción en una observación sin opuesto que se hace presente de manera sensible y serena. La interdependencia de todas las cosas entre sí ya es comprendida, sin perturbar al que ya observa desde el Testigo, desde la Observación sostenida que todo lo unifica y contempla.

 

El impulso Atman de reunión con la Totalidad sigue adelante. Pareciere que el Alfa quiere abrazar al Omega. Muchos hombres y mujeres adelantados comienzan a despertar y dejan huellas de amor y lucidez que insinúan la llegada de una nueva dimensión humana. Dios dejó ya de ser un ente ajeno, creador invisible y gigantesco habitante de los cielos. Ahora ESO es un estado de Totalidad e Infinitud. Algo tan próximo que se encuentra escondido en el corazón de la especie humana. A estas alturas del camino y en la víspera de una nueva llegada, uno se pregunta, ¿quién soy?, y algunos responden: “ni aquel cuerpo del cazador, ni aquella mente del pensador.  Soy espectador de lo que pasa”.

Fragmento del Libro “Inteligencia del Alma. 144 avenidas neuronales hacia el Yo Profundo” José María Doria
Libor Inteligencia del Alma
Cartas Inteligencia del Alma

En un mundo como el actual, en el que predicadores y vendedores de ideas prometedoras se reparten la energía de los buscadores, Inteligencia del Alma se yergue como una síntesis de sabiduría que inspira al lector de manera no casual sobre la mejor actitud para recorrer «el días de hoy» y dar sentido a su vida. Es una obra que alberga lúcidos pensamientos de muchos de los sabios que han acompañado al hombre a lo largo de toda su historia, y los pone al alcance del lector con el fin de aportar claridad para caminar en este convulso mundo y para saber salir de la actual confusión de creencias y valores contradictorios. Nos hallamos ante una obra creada para explorar el yo profundo y descubrir el arte de ser mediante el cotidiano recorrido de las 144 avenidas neuronales que la conforman.